trabajaba desganada
ocho horas para ganarse el pan.
con las propinas se regalaba rosas
arrancaba los pétalos con mimo
y sobre sus sábanas los dejaba escapar.
Se tumbaba de espaldas al mundo;
de vez en cuando,
agarraba uno de los pétalos
y los trituraba decaída
sin demasiadas ganas de desarroparse.
Quizás no se entendía a ella misma
ni la realidad donde se acurrucaba.
Debería un día ponerse guapa
y salir a la calle
con tacones que la subieran al cielo
para con una uña desafilada
hacerle una incisión al cielo
introduciendo la mano
para agarrar un trocito
de su olvido
y comenzar a recordarse
cuando ella y sus sueños eran una única cosa
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